lunes, 30 de enero de 2012

LA CIUDAD DONDE NO SOPLA EL VIENTO



Crítica de Teatro.

Lo bueno que tienen las obras de los grandes talentos es que admiten lecturas que seguramente no estaban en la mente de sus creadores cuando fueron concebidas. Camus escribió El estado de sitio en 1948, tras la devastadora experiencia de la Segunda Guerra Mundial. Un tiempo de héroes y canallas, que tienen su cumplida presencia en el texto. No es casual que la ambientara en Cádiz. El prematuramente desaparecido Nobel francés tenía en mente a la única dictadura fascista que quedaba en Europa, la franquista, que sobreviviría aprovechando la marea anticomunista. Desde este punto de vista, no deja de ser un homenaje a la ciudad donde se dio a la luz una de las primeras constituciones liberales del viejo continente. ¿Quién si no Cádiz para esta parábola sobre la represión, la uniformidad y la dictadura? Camus siempre tuvo un especial cariño por España, su madre era de origen menorquín.

Pero como decíamos al principio de estas líneas, algunas obras llevan sin saberlo en su seno las semillas de otros frutos que no estaban al inicio. El estado de sitio es una parábola sobre el fascismo, pero en este recién iniciado 2012 puede verse como una lectura de la indefensión del pueblo ante las fuerzas desatadas por la cara más oscura de la historia. Si no saben de que hablo, echen un vistazo a las páginas económicas de este mismo periódico. La adaptación del portuense Juan García Larrondo incide con habilidad en estos temas, con la escena de las reformas que no reforman, y demuestran la vigencia del texto. La puesta en escena amplía estas ideas, con los ciudadanos de Cádiz convertidos en remedos de los presos de los campos de la muerte nazis. Para Camus estaba claro que el fascismo era el fin de lo que merece la pena en la vida. Tras la vital escena de la pareja protagonista, todo será oscuridad y confusión, dolor llevado hasta sus límites, puesto que hasta la muerte dejará de ser azarosa y estará perfectamente regulada por los nuevos amos, que por cierto, contarán con el apoyo de las fuerzas políticas de la ciudad, que a cambio de seguir en el cargo apoyan la dictadura de la peste y su macabra secretaria. La sombra de los colaboracionistas con los nazis estaba allí. Y todos los que apechugan con lo que sea en nombre del presunto bienestar público para mantenerse. Ni siquiera soplará el viento, santo y seña de Cádiz, regulado por los nuevos amos.

Camus quiso que El estado de sitio recogiese la tradición de la tragedia clásica, con el pueblo como coro, el héroe que se sacrifica por la colectividad y el tirano terrible, que demuestra lo metafórico que era para el autor el tema de la peste, como demuestra una de sus más célebres novelas, llamada precisamente así. Fue bueno y malo que esta versión se estrenase en Cádiz. Bueno, porque era el sitio y el momento. Malo, porque la obra adolece de los lógicos problemas de una primera función, con faltas de acople y caídas de ritmo, además de que una cosa es hacer una tragedia, y otra darle a todo un tono excesivamente solemne que a veces era distante. Pero hay mimbres en este espectáculo (su escenografía, algunos actores encabezados por el gran Carrión, la estupenda música de Antonio Meliveo) como para que cuando vayan llegando las representaciones las piezas encajen y este homenaje de Camus a la libertad representado en Cádiz lleve su espíritu a todas partes. Falta hace en estos tiempos azarosos.

JAVIER MIRANDA. Diario de Cádiz. 12-1-2012

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