lunes, 17 de diciembre de 2018

CÁDIZ O LAS HESPÉRIDES

El estrecho de Gibraltar desde el faro de Punta Carnero
 "Adoro la provincia de Cádiz por multitud de razones y también por alguna que otra sinrazón que no sabría explicar, salvo con la voz y la marea bastante bajas. Me gusta su ubicación, la rosa loca de sus vientos, sus calmas y sus temporales, sus playas, especialmente cuando están desiertas, su naturaleza salpicada de lugares de belleza extraordinaria. Me gustan sus pueblos, sus ciudades, llenas de Historia y de historias. La luz cegadora de sus mañanas y la luz dorada de sus atardeceres. La luz de este sur del sur es absolutamente mágica, incluso mitológica: Desde la "Alejandría de Barrameda" donde desemboca el "Nilo" de Andalucía y los Tartesios adoraron a las bestias de Gerión, hasta las columnas donde Hércules vigilaba la entrada al Jardín de las Hespérides. Desde sus entrañas habitadas ya en épocas protohistóricas a sus templos paganos sumergidos sobre los que luego se alzaron mezquitas o delirantes catedrales.

Juan García Larrondo en el estrecho de Gibraltar
Adoro todas sus fértiles tierras de sarmientos y sus atalayas serranas, sus marismas, su fauna, su Arte, su sal y su bruma amarga; su caprichosa geografía llena de contrastes y su fabuloso mundo submarino donde -no se lo digáis a nadie- yacen escondidas en secreto las arterias de la Atlántida. Adoro Cádiz porque es ombligo del mundo, puerta y, a la vez, dramática trampa también para navegantes del triste sino y tiempo en que vivimos, condenado a la esperanza. Justo ahí, cerca del faro de Punta Carnero y de cala Blanca, entre Tarifa y Algeciras, donde ni los delfines ni las aves entienden de fronteras y de noche cantan las sirenas, hay una tierra de nadie desde la que se divisa todo el estrecho de Gibraltar y la unión de dos grandes mares y dos grandes continentes. Ese "Ponto Euxino", esa ósmosis atávica del planeta, ese principio y final del mismo Mundo donde los puntos cardinales enloquecen a las brújulas, ese es justo el lugar, la idea, el verbo donde entiendo las múltiples razones, e incluso las sinrazones, por las que adoro y comprendo el variopinto universo que se encierra y se derrama cada vez que susurro la palabra "Cádiz", con la voz y la marea siempre bajas..."

Juan García Larrondo en Punta Carnero (Algeciras) 2014.

PARA LEER ARTÍCULO EN WEB "LA VOZ DE CÁDIZ"

PARA VER NÓTULA EN "GENTE DEL PUERTO"


miércoles, 17 de octubre de 2018

"THEATRVM FUGIT": UNA PEQUEÑA Y "PÓSTUMA FARSA"

"Theatrvm Fugit (Póstumo en Tercera Persona)", es una obra breve recientemente escrita por Juan García Larrondo que sirve como colofón y da título a su último libro publicado: "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017).

La obra se incluye en el volumen "Theatrvm Fugit" de Juan García Larrondo. Disponible en http://theatrvm-fugit.edalya.com/
Esta pequeña farsa traza una parábola por casi toda su producción dramática creada hasta la fecha para volver, sorprendentemente, a los principios, a la caverna, al drama primordial que sus diálogos reiteradamente evocan. En las últimas o "póstumas" páginas de esta recopilación, el dramaturgo, metamorfoseándose en Narciso, se adentra en un viaje sin retorno a través de sus propios personajes -acompañándose de Federico García Lorca, como si de Virgilio y del mismo Dante caminando juntos en "La Divina Comedia" se trataran- avanzando por un teatro convertido en Edén perdido donde redimirse; en un "Theatrum Mundi" evocado del propio Calderón en el que, al final, todo confluye y reverdece.

Diseños de José Díaz Cardero a la edición de "Theatrvm Fugit (Póstumo en tercera persona)" de Juan García Larrondo incluida en el volumen "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017)
El propio autor advierte sobre la pieza en la primera didascalia: "Comienza esta peripecia dramática –escrita para no ser jamás representada- con NARCISO, en adelante “El Autor”, aparentemente vivo y desvanecido sobre la orilla de una tenebrosa playa tras haber malvivido a estrepitosos naufragios y desprecios que, sin duda, merecía tanto como sus escasísimos aciertos. (...) Los colores de la escena deberían herir la sensibilidad del lector o de las almas en pena que sufran esta secular impostura que pretende ser un escarmiento, una revelación, un descenso a los infiernos, una parodia sicalíptica y una burla hiriente del escriba casi muerto a su reflejo y a su Tiempo."



"Me arrepiento de todo lo que no he escrito. De cuanto no he amado. De cada una de las estrellas quietas que no vi por mirar a las fugaces y de no saber vivir a tiempo"

("Theatrvm Fugit", Juan García Larrondo)


PARA SABER MÁS



martes, 16 de octubre de 2018

NUEVA EDICIÓN DE LA OBRA TEATRAL "AL MUTAMID"

La obra teatral "Al Mutamid" de Juan García Larrondo, escrita en 1998, vuelve a ver la luz en"Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017), un volumen en el que se recopilan las primeras obras del dramaturgo gaditano.

La obra "Al Mutamid" se incluye en el volumen "Theatrvm Fugit" de Juan García Larrondo. Disponible en http://theatrvm-fugit.edalya.com/

PALABRAS DEL PRÓLOGO

"Para Juan García Larrondo, el Amor es la respuesta a casi todos los misterios. Y cuando digo “Amor” en la obra de Larrondo he de citarlo inevitablemente con mayúsculas, porque posee el don de mostrarlo sin ambages, sin que precise etiqueta alguna. Por ello no ha de extrañarnos que el Amor sea también el hilo conductor de este drama que nos encontramos en "Theatrvm Fugit": "Al Mutamid (Sueño en un acto)" (1998). A diferencia de los otros textos del libro, ésta fue una obra “de encargo”, escrita por iniciativa del Ayuntamiento de Sevilla para ser representada en los Reales Alcázares dentro del Ciclo de Personajes y Mitos Históricos Sevillanos en 1998, en la que Larrondo volvió a retomar sus aficiones "historicistas" y a regalarnos una particular biografía dramatizada sobre uno de los más célebres poetas que reinaron durante la dominación árabe de la Península Ibérica. Para ello, no dudó en impregnarse de la poesía arábigo-andaluza de antaño y en recuperar literalmente algunos de sus más exquisitos versos hasta el punto de concebir una pieza sorprendentemente lírica, preñada de metáforas y al mejor estilo de las obras clásicas. No es algo casual que, tras la creación literaria de tinte histórico de García Larrondo, encontremos la exhaustiva labor documentalista de un historiador que, como su admirado Borges, también trabajó, vivió o bebió de la Literatura viajando por la arquitectura íntima de una biblioteca. Hay mucho de arqueología romántica en esta tríada de piezas recogidas en “Theatrvm Fugit”, en este teatro del pretérito que vuela o se nos escapa, fugaz, como una nube, como una nave o como una sombra, pero que pervive por ser también espejo de su época, redención, fantasía y tránsito al teatro del mañana".
(Mercedes Escolano)

Diseños de José Díaz Cardero a la nueva edición de "Al Mutamid" de Juan García Larrondo incluida en el volumen "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017)

"Ser rey no dura para nadie, pero la muerte es duradera para todos. ¿Quién me busca? Ya no me queda nada. Al Andalus murió con nosotros. Los hombres del mañana ya sólo podrán soñarlo entre sus ruinas." 
("Al Mutamid. Sueño en un Acto", de Juan García Larrondo)


PARA SABER MÁS

Escena de "Al Mutamid, poeta y rey de Sevilla" de Juan García Larrondo interpretada por Producciones Imperdibles en los Reales Alcázares de Sevilla durante el verano de 1998.


viernes, 12 de octubre de 2018

EN TORNO A LA METÁFORA Y SIMBOLOGÍA DE "ZENOBIA"

La obra teatral "Zenobia" de Juan García Larrondo, escrita en 1989, vuelve a ver la luz en "Theatrvm Fugit (Editorial Dalya, 2017), un volumen en el que se recopilan las primeras obras del dramaturgo gaditano.



Como en "El último dios", su obra anterior, "Zenobia" retoma también un pasaje de la Antigüedad pero, en esta ocasión, el autor nos lo evoca con una implicación distinta, casi mística, concibiendo un drama con una estructura innovadora y llena de simbolismos, en una mezcla de mitos clásicos con elementos modernos que, ciertamente, la convierten en una pieza atemporal. Aunque el argumento gire en torno a la biografía de la reina siria de Palmira que habitó en el siglo III de nuestra era, se trata más de una reflexión poética e, incluso, religiosa, sobre el poder y la fugacidad de la existencia. La obra está salpicada de referencias bíblicas y presenta varios saltos en el tiempo, configurando un bucle condenado eternamente a repetirse. “Zenobia” aún permanece inédita en la escena pero, lamentablemente, la historia de esa mujer que retó a la dominación romana hace muchos siglos, todavía parece seguir "representándose" casi dos milenios después en los mismos escenarios donde nacieron sus leyendas.

Diseños de José Díaz Cardero a la nueva edición de "Zenobia" de Juan García Larrondo incluida en el volumen "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017)

PRÓLOGO A ESTA NUEVA EDICIÓN:



EN TORNO A LA METÁFORA Y SIMBOLOGÍA DE "ZENOBIA" 



Y lucían las estrellas... 
Así reza el principio del monólogo de Cavaradossi ante el cruel final de "Tosca". La conclusión: nunca había amado tanto la vida. Sin embargo, Tosca se precipita desde Sant´Angelo. Un epílogo piadosamente justo para las ambiciones de una mujer que probó en sus labios el sabor de la plenitud y el poder. El orden natural de las cosas, alterado por el supremo ordenador que es el hombre, justifica en nuestros propios errores la imperfección con la que fuimos creados, formados o depositados en sociedad. Cayó como un Ángel la desesperada protagonista de la ópera de Puccini, pues la gravedad de nuestro Atlas es implacable. Aunque no todo lo que se eleva se estrella contra la tragedia humana con la misma intensidad. ¡Cuántos hombres y mujeres han acabado o acabarán exiliados -en el mejor de los casos- o silenciados por el resentimiento vengativo de un pueblo en manos de la ira o por el olvido y el infortunio! ¡Cuántas de sus memorias perdidas o manipuladas! Y, sin embargo, no dejan de lucir las estrellas, como tampoco se detiene el orden del Universo y la armonía terrenal. Así también se escribe nuestro legado, con los nombres y apodos de los caídos –inciertos o no- , con la sangre y las frustraciones de seres abocados desde el principio a la soledad, a servir de blanco en los procesos históricos que dan ritmo a las eras o a morir por la teoría de la uniformidad. La gloria es la más seductora de todas las tentaciones. 


La reina Septimia Zenobia, que habitó durante el siglo III de nuestra era y que luchó contra el Imperio Romano no supuso, en cualquier caso, una excepción. Fue tentada, luchó por sus anhelos o principios y luego todo lo perdió. Zenobia quedó, teóricamente, vencida por la justicia poética de la Historia y, aunque fueron luego sus vencedores quienes nos transcribieron su "biografía", su recuerdo permanece en la conciencia imperturbable de los tiempos y en los vestigios, cenizas, vacíos y calvarios de una de las urbes más extraordinarias de las civilizaciones antiguas: Palmira. Ciudad que, paradójicamente, aún sigue siendo renombrada no ya solo por la belleza de sus ruinas y por ser un popular enclave turístico, sino por estar también sempiternamente sometida –quizás como lo estuvo siempre- a otro tipo de fundamentalismos y barbaries. 


A pesar de todo, la ausencia de Zenobia permanece todavía grabada en mi corazón con la misma intensidad que un pasaje de mi vida. Sus miserias me interesan aún tanto como las mías pues, de alguna u otra manera, todos somos inicio y conclusión de una providencia que, a veces, es intuida e, incluso, deseada y, de la cual, acabamos siendo víctimas. Y así, la nada, engrandecida, hermoseada, vuelve siempre a ser simple y llanamente lo que es: nada. Por ello, al escribir “Zenobia”, preferí conscientemente profundizar en mi propia predestinación para hallar una intuición; el camino desde una mujer que habitó muchos siglos antes que yo, y describir, con su voz (o, al menos, intentarlo), el largo proceso hacia la intolerancia de los hombres. Hacia los hombres del ayer y del presente atroz del que, desgraciadamente, nos toca ser espectadores: De hecho, mientras reescribo este preludio, otras tropas sitian el yacimiento arqueológico de Palmira y unos críos, uniformados como militares, fusilan disparando en la cabeza a decenas de personas en las ruinas de su teatro romano, mientras que un público eufórico les vitorea desde las gradas como si fueran héroes o cadáveres del mañana. La realidad es el más terrible de los dramas y los muertos sobre las arenas de Palmira amortajan mis palabras. Todo cambia demasiado deprisa y las vidas se evaporan antes que las propias lágrimas. El mundo asiste, atónito, a ejecuciones masivas televisadas en el mismo escenario desde donde hace milenios nos encogían el corazón los versos de Eurípides o de Esquilo. ¿Cómo encajar que todos sigamos formando parte de una misma especie? La Historia nos sobrepasa, nos espanta, nos adelanta y vuelve a trazar una parábola imposible de ser comprendida o controlada. Mi mundo, mi formación, mi cultura, mi acervo, mi genoma y mi civilización entera siguen derramando una sangre que no me es ajena. A mi humilde manera, necesito vindicarla con las únicas armas que me quedan: el amor, el lenguaje y la memoria. Mi incursión, por lo tanto, es mucho más pacífica, semejante a la de aquellos antiguos viajeros que nunca estuvieron presentes en el lugar de los hechos pero los recrearon en sus mentes gracias a los libros, los museos, los grabados y las narraciones de quienes sí fueron testigos de los acontecimientos. Desde mi exilio, para escribir esta obra, imaginé la acción y dispuse las palabras. Lo demás, es pura ucronía aderezada de leyenda. El margen de error es tan amplio o mínimo como podría serlo la reconstrucción de la vida de un amante, de una madre o de una hermana. He ido más allá de las verdades muertas, de las fuentes, para resucitar la "Zenobia" que se está gestando en mí, que sobrevive en mi verbo. Las difuminadas y triviales realidades de hace diecisiete siglos se me escapan con la misma fragilidad y fantasía que mi propia infancia, plagada de vacíos que nunca recordaré y que ya nadie podrá reconstruir por mí. 


En este texto, redactado a la manera de los dramones antiguos, no he pretendido ensalzar ni justificar las acciones de la princesa siria que retó a la Roma moribunda de la anarquía militar. No tengo ni el derecho ni la posibilidad de juzgarla. Su vida ahora es mi invención. La obra permanecerá, por lo tanto, siempre incompleta frente al devenir. A pesar de todo, varios intentos acabaron -por fortuna- siendo destruidos. La nada debe concluirse, como la vida, definitivamente hasta el fin. 

¿Se parecería la reina Zenobia a esta maravillosa escultura de Philippe Faraut?

Respecto a la metáfora final, necesitaba una voz, una conciencia sobrehumana que me excluyera lo suficiente como para distinguirme de sus miedos y pecados sin alejarme demasiado de los míos; una presencia “amiga” que me aclarara el largo monólogo de Zenobia. Y la hallé en Luzbel, en el Ángel Caído, quizás el ejemplo y el detonante más paradigmático de esta tragicomedia que es, al fin y al cabo, la Creación. 


Por añadidura, ya sólo me quedaba teorizar sobre el poder, y tomar conciencia de que no se había inventando apenas nada nuevo al respecto desde la Antigüedad, ninguna aportación crucial posterior a la Biblia o el caos: Augusto, Aureliano, Maquiavelo, De Vitoria, Roma, Damasco, los fundamentalismos religiosos... demasiados nombres para un sólo verbo: poder. Fue entonces cuando Zenobia me desbordó y usó mi lengua para agitar la suya. Salvo por las obvias diferencias de espacio y tiempo que nos separan, solo fuimos simples émulos y antagonistas perdidos en el laberinto y ambos somos ahora obra del mismo dramaturgo. Los dos hemos sido vencidos y nos hemos sentido impotentes ante similares espejismos que nos han hecho ver hermosos resplandores en el perfil del Universo. Como cualquier otro mortal. Como cualquier otro personaje que nace para morir de un tiro en la sien, resucitar o alcanzar la eternidad en la cávea de un teatro. 

Sin embargo, antes de cerrar la última página y dar por concluido el acontecimiento en sí, quien debe apurar ahora su caída soy yo. Lo haré, si es posible, al igual que Tosca: tratando de contemplar el lucir de las estrellas y sin dejar de amar la vida y a esta extraña raza a la que pertenezco, pero mucho me temo que, mientras me precipito, yo no contaré ni con los besos ni con el abrazo de Luzbel… 

Juan García Larrondo 

1990 / 2015

La obra "Zenobia" se incluye en el volumen "Theatrvm Fugit" de Juan García Larrondo. Disponible en http://theatrvm-fugit.edalya.com/
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lunes, 7 de mayo de 2018

"EL ÚLTIMO DIOS" REVISADO Y RECUPERADO 30 AÑOS DESPUÉS CON UNA NUEVA EDICIÓN EN "THEATRVM FUGIT"

Portada diseño de José Díaz Cardero a la nueva edición de "El último dios" de Juan García Larrondo incluida en el volumen "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017)
PRETEXTO (Prólogo del autor a la última edición) 
A veces hay lecturas que pueden marcar un antes y un después en la forma de entender una vida. Páginas, frases y palabras que se te adhieren al corazón y regresan a lo más profundo de tu memoria como si hubiesen encontrado el sitio exacto al que siempre pertenecieron o volvieran al lugar del que no se deberían jamás haber marchado. Imágenes y verbos que, aun siendo fruto de la imaginación y el talento de otros, redundan en nuestra voz interior con un acento familiar, casi propio, y te conectan con el acervo emocional e intelectual de un mundo que, de repente, reconoces y en el que, al fin, hallas asilo y alimento. En ocasiones, hay lecturas que son como espejos en donde lees y ves por primera vez el libro de tu alma: ese retrato de ti mismo que desde siempre hubieses deseado esbozar y describir. Hay lecturas que, para un escritor, suponen al mismo tiempo el alfa y el omega de su parábola creadora, su manantial y a la par su maldición: la causa, el porqué e, incluso, puede que su propia conclusión. Tuve la fortuna de comprobar y de sentir algo similar a este milagro del que escribo tras leer, con apenas veinte años, una de las mayores cimas literarias de este tiempo. Me refiero, naturalmente, a “Memorias de Adriano” de Marguerite Yourcenar.

Diseños de José Díaz Cardero a la nueva edición de "El último dios" de Juan García Larrondo incluida en el volumen "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017)
Reconozco que he perdido la cuenta de las veces que he leído ya ese libro, a mi juicio, maravilloso e insuperable. Ni soy ni seré el último en ser atrapado por la magnífica novela de Yourcenar ni es mi pretensión hacer aquí una loa sobre su altísimo valor literario, sobradamente reconocido por todos. Solo sé que cuando me perdí entre sus páginas por primera vez, ya, de alguna manera, sospechaba que lo hacía precisamente para encontrarme o, al menos, para hospedarme entre las evocaciones y las fantasías de un pasado que se me antojaba mucho más cercano al presente que por aquel entonces respiraba. De hecho, parte de mi adolescencia se quedó para siempre en ese espacio indeterminado donde, de vez en cuando, retorno de forma inevitable y, al mismo tiempo, otra parte de mí envejeció de manera prematura al tratar de huir de unas sombras que, en el fondo, me aterraban por ser tan semejantes a mí como contrarias. Necesitaba madurar a toda prisa y en todos los aspectos si quería lograr alguna vez escribir un libro “a la manera” del que había escrito “Marguerite”. Confieso que llegué a enamorarme de su autora (y de su obra) casi más que del protagonista de la novela: ese Adriano al que tanto he buscado o soñado después en museos de medio mundo, en interminables bibliografías, en otros rostros, en otros brazos o extendiendo a la oscuridad mis manos en el aire. Ya desde hacía tiempo, gracias a los manuales de Arte y de Historia, poseía una vaga idea de quién era aquel barbudo emperador cuyos bustos, delirios arquitectónicos y amoríos tanto me fascinaban. A esas alturas, mis preferencias personales e intelectuales empezaban a aclararse y llevaba practicando algunos años ya el oficio de escritor advenedizo. Pero el “Adriano” de Marguerite me desbordó, me desnudó, incluso creo que me dejó algo obsesionado de por vida. La redacción en primera persona de sus supuestas “memorias” me abrió las puertas de la Literatura en mayúsculas y, sobre todo, le dio alas a mi imaginación justo en el momento en que aprendía a alzar el vuelo. Iluminado e impaciente, quise entonces aunar en una sola todas mis querencias: mi pasión por escribir, mi pasión por el teatro, mi pasión por las civilizaciones antiguas y la pasión propia e inconsciente de un muchacho de mi edad, enamorado de causas imposibles y al que el amor ya le había sumergido el corazón en un río imaginario nada similar al Dios del Nilo…

Juan García Larrondo en Villa Adriana, Roma. 1989. Foto de Pepe Carretero.
Yo osé y escribí. El miedo a un texto pueril y vacío me acompañó siempre, desde luego, pero entonces no era totalmente consciente de mi demasía. Mis propios límites literarios me asustaban, por supuesto. Y lo intenté remediar con la máxima documentación que pude recabar y leer en la época sobre los hitos de Adriano. De esta forma tan temeraria concluí la primera versión de El último Dios a principios de un mes de noviembre de 1987.

Portada y solapa de la 1ª Edición de "El último Dios" de Juan García Larrondo publicada por la SGAE con motivo del II Premio Internacional Teatro Romano de Mérida 1989
Osé y me perdí en sus vidas y en sus obras, incluso hice “mías” frases que estaban ya magistralmente redactadas. La “identificación” fue tan orgánica, tan física, y mi atrevimiento tan impulsivo, que ni siquiera reparé en si estaba o no estaba haciendo lo correcto. Me sentía autorizado, como si formara parte de una “familia” y hubiera sido también testigo y protagonista de aquellas existencias tan “cercanas” a la mía. Obviamente, yo no era el único que había anhelado compartir tan hermosos ideales en sus sendas creadoras y, con el paso del tiempo, son muchas las “adaptaciones”, “inspiraciones” o “incursiones” que otros, al igual que yo, han creado o crearán a partir de su visión de estas “Memorias”. Y también, justo es reconocerlo, han sido frecuentes las ocasiones que he sentido una gran vergüenza personal y literaria por haber acometido semejante imprudencia. Para bien o para mal, así comencé mi andadura como dramaturgo y así nació “mi Adriano”, que no es del todo mío y que, sin embargo, lleva parte de mis genes: Partiendo del libro de Yourcenar, de muchas horas de estudio de las fuentes y otros autores y, por supuesto, de la recopilación de mi propia experiencia en la vida. Ser un poco Antinoo y un poco Adriano. Sentir hacia ellos y sus tiempos un amor tan ingenuo como intangible. Poder escribir lo que uno cree haber vivido y, sin embargo, no poder justificarlo. De todo extraer hasta el último aliento, hasta el último vestigio de divinidad. Ser un poco Marguerite, un poco Sabina, un poco héroe y también cobarde. Ser a veces como un Dios: “si cabe, más que Dios”.

Fotomontaje imposible de Larrondo posando junto a Yourcenar durante una visita a la isla de Maine que jamás se produjo.
Recuerdo mi deseo, al acabar el primer texto más o menos definitivo, de traducir el original y enviárselo a Marguerite a su particular isla de Aquiles, en el estado norteamericano de Maine. ¿Debía atreverme? ¿Podría permitirme encima semejante desfachatez? ¿Qué remedio me quedaba? Estaba enamorado y no hay nada más poderoso y arrogante que un corazón joven, ávido de amor, que necesita la confirmación y la aprobación del ser amado. Necesitaba una palabra suya... y después lo habría aceptado todo: su indignación o su condescendencia, su risa, su comprensión o finalmente su silencio. ¿Quién era yo? Estaba dispuesto, incluso, a enterrarlo para siempre si ése hubiese sido su deseo. Pero como algo casi perverso, tuve noticia días después de su muerte. Marguerite había muerto. No pude acordarme de los lugares “comunes” tantas veces escuchados, sin embargo los imaginé. Sí, se muere a cualquier edad, pero no así, no en ese momento. Había empleado la palabra agonía. ¡Iluso! La palabra duelo. ¿Cómo atreverme? La palabra pérdida. ¡Qué absurdo! Marguerite había muerto.

Marguerite Yourcenar
Me sentí solo, hundido. A veces en la orilla de un río, idénticamente muerto, y otras, llorando en el puente de un barco que navegaba por el Nilo hacia un estigio mar. El último Dios estaba escrito pero, para mí, ya no tenía ningún sentido. Ya nunca pertenecería a su familia. Marguerite había muerto.

Marguerite Yourcenar ante un colosal busto de Antinoo
Años después –probablemente siempre– vuelvo a encontrar a ese emperador enfermo y, una vez más, lo hago para comprobar que aquella pasión “nuestra” continúa siendo inextinguible y desproporcionada. Vuelvo a releer las “Memorias”... Retorno a trabajar sobre ellas e, incluso, a olvidarlas; insisto en descender a los mismos infiernos y en elevarme a inalcanzables olimpos. Nuevas lecturas, traducciones, hipótesis... Novedosas perspectivas, caligrafías o palabras para volver a decir lo mismo y cometer idénticos errores. No se puede intentar embellecer lo que es, a mi juicio, de la más absoluta belleza. Ninguna de las frases que escribí en la primera versión de esta obra o en las de esta última son dignas de añadirse a las que ya están perfectamente ubicadas en su lugar correcto en el texto de Yourcenar, que jamás fue mi intención "adaptar" ni en su todo ni en ninguna de sus partes. Así que me he vuelto a lanzar al vacío, me he desprendido más que nunca de su novela y creo que, al final, “mi Adriano” ha acabado siendo una ucronía diferente, una obra escindida a la par que respetuosamente emparentada, con entidad propia y compatible con cualquier otra pues, en el fondo, todas son invenciones -tan reales como inverosímiles- de unos creadores que estamos a miles de años de los acontecimientos verdaderos y que escribimos en tiempos mucho más innobles. Pido disculpas a sus manes y a la Historia. Y lo hago en el nombre del amor: de ese amor que solo yo imagino compartir en mi cabeza y que confío otros sigan cultivando también en sus memorias.

Juan García Larrondo en una de las últimas visitas a Villa Adriana, en 2007. Fotografía de José Díaz Cardero.
Por todo ello, a estas alturas, ya más próximo en edad al anciano emperador que al joven prematuramente divinizado, me conformaría tan solo con poder considerarme un miembro más de esa “Gens Elia” que, a través de generaciones, aún pervive entre nosotros y a la que, sin más excusas, aporto este texto y mi pulsión para que trascienda a quien interese o para que permanezca en el olvido. Es curioso, pero mucho -casi todo lo que aprendí y me mostró la vida a los veinte años- sigue estando aquí varias décadas más tarde. Algunos de los seres o de las vivencias que me han hecho así, incluso hasta hoy, son los susurros que gritan en las entrelíneas de El último Dios, una obra que, creo, jamás dejaré de escribir y de arrepentirme de haber escrito. Asumo el vacío y el silencio. Esta última versión corresponde a otra Era mucho más lejana de la inmortalidad y de aquel “saeculum aureum”. Aquí queda, para bien o para mal, una reescritura más. Supongo que la penúltima, pues serán el lector o el espectador del porvenir quienes tengan siempre en su propio dios la última palabra. 

El Puerto, Otoño de 2016.

El autor frente a sí mismo, en 1987, fecha en que escribió "El último Dios" y, a la izquierda, casi tres décadas después. ¡Tempus Fugit!
"Theatrvm Fugit" de Juan García Larrondo. Disponible en http://theatrvm-fugit.edalya.com/
 MÁS INFORMACIÓN:

http://www.juangarcialarrondo.com/loqueestaenlosescritos/teatro/elultimodios/ 
http://buscautores.aat.es/obra/el-ultimo-dios-2/ 


martes, 10 de abril de 2018

EL CICLO DE LECTURAS DRAMATIZADAS "EL TEATRO SE LEE EN LA ALHAMBRA" ALZA EL TELÓN CON "AGOSTO EN BUENOS AIRES"


La Fundación de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y el Patronato de la Alhambra y el Generalife de Granada inauguraron el pasado viernes 6 de abril la primera edición de autores andaluces del ciclo de lecturas dramatizadas 'El teatro se lee en la Alhambra'. La iniciativa ha alzado el telón con ‘Agosto en Buenos Aires’ del gaditano Juan García Larrondo, que se leyó en el teatro de la Fundación Rodríguez-Acosta, anexa al complejo monumental de la Alhambra, el viernes a las 19h.


























La trama de "Agosto en Buenos Aires" se desarrolla en un Cádiz futuro e imaginario de fantasiosas coordenadas. En tono de comedia de enredo con alguna aparición fantasmal, narra la historia de una pareja de chicos que, tras suspender un viaje que tenían previsto a Río de la Plata, acaban conviviendo con una joven argentina y con su madre a las que habían alquilado su ático. Lo que parecía ser una experiencia enriquecedora se vuelve una situación incómoda donde las a priori encantadoras y liberales compañeras de vivienda revelan poco a poco su verdadera identidad.

Distintos momentos de la lectura dramatizada de "Agosto en Buenos Aires" en Granada

Distintos momentos de la lectura dramatizada de "Agosto en Buenos Aires" en Granada

Distintos momentos de la lectura dramatizada de "Agosto en Buenos Aires" en Granada

Distintos momentos de la lectura dramatizada de "Agosto en Buenos Aires" en Granada

Distintos momentos de la lectura dramatizada de "Agosto en Buenos Aires" en Granada

Distintos momentos de la lectura dramatizada de "Agosto en Buenos Aires" en Granada
Bajo la dirección de Larisa Ramos, dieron vida a esta pieza los intérpretes Antonio Leiva, Daniela Arias, Eva Rubio, Javier Zurita, Javier Pérez de la Torre, Morten Jaspersen, con la ayuda técnica de Miguel Miñambres, que posan en esta foto junto al autor tras la lectura.


Juan García Larrondo junto a Julia Ruiz y Emilio Escoriza durante la presentación del acto de lectura

Juan García Larrondo, Emilio Escariza y Andrés Molinari

Maravillosa lectura dramatizada la tarde del 6 de abril en Granada de “Agosto en Buenos Aires” (Ediciones Irreverentes) dentro del Ciclo “El Teatro se lee en la Alhambra” con dirección de Larisa Ramos, las actuaciones de Daniela Arias Laurino, Eva Rubio, Javier Perez De La Torre, Javier Zurita Chao, Antonio Leiva, Miguel Miñambres en la parte técnica y Morten Jespersen al piano. ¡Magnífico trabajo! ¡¡¡Sois geniales!!! ¡Mil gracias por vuestro talento e ilusión y por el rato tan grande que nos hicisteis pasar a todos! Y gracias a la Fundación SGAE y al Patronato de la Alhambra y Generalife por hacerlo posible y en un espacio tan incomparable como es la Fundación Rodríguez-Acosta. ❤️ ¡Sí! #ElTeatroTambiénSeLee


Si alguien quiere saber más sobre la obra: http://www.juangarcialarrondo.com/.../agostoenbuenosaires/


"CELESTE FLORA" VUELVE A LOS ESCENARIOS A MANOS DE ODISEA TEATRO


El pasado miércoles 4 de abril, Odisea Compañia Teatral puso en escena la obra #CelesteFlora de Juan García Larrondo en el Real Teatro de las Cortesde San Fernando (Cádiz) dentro de la Semana de Teatro Aficionado. 



La función, dirigida por Manuel Foncubierta Segui e interpretada por Carmen Calero Martinez y Lola García Sueiro dio comienzo a las 19.30 h. 



Saludo final del autor y la compañía tras el estreno de la obra

Saludo final del autor y la compañía tras el estreno de la obra

Juan García Larrondo entre las actrices de la obra, Lola García Sueiro y Carmen Calero





PALABRAS DEL AUTOR SOBRE "CELESTE FLORA"

#CelesteFlora, escrita a principios de los 90, fue la primera de mis obras en subir a un escenario. Su estreno supuso el inicio de una bella y longeva historia de amor con el grupo gaditano Albanta, que la representó por primera vez en 1993. Casi 25 años después es ahora Odisea Compañia Teatral quien la repone hoy con dirección de Manuel Foncubierta Segui y las interpretaciones de Lola García Sueiro y Carmen Calero Martinez. Les deseo la mejor de las fortunas, por supuesto que sí. 


La verdad es que, a lo largo de todo este tiempo, son varias las compañías que han llevado este texto a escena y varias las veces que se ha editado, leído o representado. ¡Y no solo en España! Con ella recibí el 2º Premio Teatro Kutxa Ciudad de San Sebastián en 1994 y fui finalista en el Premio Andalucía de la Crítica en su modalidad de Teatro en 2014. Me ha dado muchas alegrías, lo confieso. Es más: me emociona enormemente que aún siga despertando interés en los demás y continúe suscitando un conflicto en el alma de los lectores o los espectadores que acarician sus palabras, pues eso era justamente lo que pretendía cuando la escribí.

Juan García Larrondo durante la presentación del libro "Celeste Flora" en Madrid en 2014
Muchísimas gracias a todos los que, de alguna manera u otra, habéis compartido o formado parte de esta "primavera" de mi vida y la habéis hecho florecer con vuestro talento, vuestra ayuda o vuestro afecto, especialmente a Albanta Teatro, Pepe Bable, Charo Sabio, Ángeles Rodríguez, María Désirée Ortega Cerpa, Rafael Torán, Enrique Guimerá Tur, Rosa M. Perez Vidal, Carmina Leal, Anette Naiman, María Jesús Bajo, Pepe Berlanga, Juan José Oña Hervalejo, Mikel Azpiazu, Helena Pimenta, José Monleón, Enrique Llovet, Willy Del Pozo, Adelardo Méndez Moya, José Moreno Arenas, Vicente Úbeda, Álvaro Pozzolo, Styl Rodarelis, Ediciones Irreverentes, Laura Duca, Ana Peregrina y al Club de Lectura de Textos Dramáticos de la Biblioteca Villaespesa de Almería que el día 25 de este mes también comentan la obra allí por mediación del Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía. Gracias a todos los que la lleváis o la habéis llevado algún día -por la razón o la sinrazón que sea- en vuestro corazón. (Perdón por el ripio y por si me olvido de alguien). Ya sabéis que, como dijo Yourcenar, "bastará siempre una flor en primavera para que perdonemos a Dios". Y esta obra necesita muchas flores, agradecimientos y perdones.

"Celeste Flora" está disponible en https://bit.ly/2GPMRqF

Evento en Facebook: Celeste Flora por Odisea Teatro en Real Teatro de las Cortes de San Fernando

Próximo evento en Almería: https://bit.ly/2q3472j