miércoles, 17 de octubre de 2018

"THEATRVM FUGIT": UNA PEQUEÑA Y "PÓSTUMA FARSA"

"Theatrvm Fugit (Póstumo en Tercera Persona)", es una obra breve recientemente escrita por Juan García Larrondo que sirve como colofón y da título a su último libro publicado: "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017).

La obra se incluye en el volumen "Theatrvm Fugit" de Juan García Larrondo. Disponible en http://theatrvm-fugit.edalya.com/
Esta pequeña farsa traza una parábola por casi toda su producción dramática creada hasta la fecha para volver, sorprendentemente, a los principios, a la caverna, al drama primordial que sus diálogos reiteradamente evocan. En las últimas o "póstumas" páginas de esta recopilación, el dramaturgo, metamorfoseándose en Narciso, se adentra en un viaje sin retorno a través de sus propios personajes -acompañándose de Federico García Lorca, como si de Virgilio y del mismo Dante caminando juntos en "La Divina Comedia" se trataran- avanzando por un teatro convertido en Edén perdido donde redimirse; en un "Theatrum Mundi" evocado del propio Calderón en el que, al final, todo confluye y reverdece.

Diseños de José Díaz Cardero a la edición de "Theatrvm Fugit (Póstumo en tercera persona)" de Juan García Larrondo incluida en el volumen "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017)
El propio autor advierte sobre la pieza en la primera didascalia: "Comienza esta peripecia dramática –escrita para no ser jamás representada- con NARCISO, en adelante “El Autor”, aparentemente vivo y desvanecido sobre la orilla de una tenebrosa playa tras haber malvivido a estrepitosos naufragios y desprecios que, sin duda, merecía tanto como sus escasísimos aciertos. (...) Los colores de la escena deberían herir la sensibilidad del lector o de las almas en pena que sufran esta secular impostura que pretende ser un escarmiento, una revelación, un descenso a los infiernos, una parodia sicalíptica y una burla hiriente del escriba casi muerto a su reflejo y a su Tiempo."



"Me arrepiento de todo lo que no he escrito. De cuanto no he amado. De cada una de las estrellas quietas que no vi por mirar a las fugaces y de no saber vivir a tiempo"

("Theatrvm Fugit", Juan García Larrondo)


PARA SABER MÁS



martes, 16 de octubre de 2018

NUEVA EDICIÓN DE LA OBRA TEATRAL "AL MUTAMID"

La obra teatral "Al Mutamid" de Juan García Larrondo, escrita en 1998, vuelve a ver la luz en"Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017), un volumen en el que se recopilan las primeras obras del dramaturgo gaditano.

La obra "Al Mutamid" se incluye en el volumen "Theatrvm Fugit" de Juan García Larrondo. Disponible en http://theatrvm-fugit.edalya.com/

PALABRAS DEL PRÓLOGO

"Para Juan García Larrondo, el Amor es la respuesta a casi todos los misterios. Y cuando digo “Amor” en la obra de Larrondo he de citarlo inevitablemente con mayúsculas, porque posee el don de mostrarlo sin ambages, sin que precise etiqueta alguna. Por ello no ha de extrañarnos que el Amor sea también el hilo conductor de este drama que nos encontramos en "Theatrvm Fugit": "Al Mutamid (Sueño en un acto)" (1998). A diferencia de los otros textos del libro, ésta fue una obra “de encargo”, escrita por iniciativa del Ayuntamiento de Sevilla para ser representada en los Reales Alcázares dentro del Ciclo de Personajes y Mitos Históricos Sevillanos en 1998, en la que Larrondo volvió a retomar sus aficiones "historicistas" y a regalarnos una particular biografía dramatizada sobre uno de los más célebres poetas que reinaron durante la dominación árabe de la Península Ibérica. Para ello, no dudó en impregnarse de la poesía arábigo-andaluza de antaño y en recuperar literalmente algunos de sus más exquisitos versos hasta el punto de concebir una pieza sorprendentemente lírica, preñada de metáforas y al mejor estilo de las obras clásicas. No es algo casual que, tras la creación literaria de tinte histórico de García Larrondo, encontremos la exhaustiva labor documentalista de un historiador que, como su admirado Borges, también trabajó, vivió o bebió de la Literatura viajando por la arquitectura íntima de una biblioteca. Hay mucho de arqueología romántica en esta tríada de piezas recogidas en “Theatrvm Fugit”, en este teatro del pretérito que vuela o se nos escapa, fugaz, como una nube, como una nave o como una sombra, pero que pervive por ser también espejo de su época, redención, fantasía y tránsito al teatro del mañana".
(Mercedes Escolano)

Diseños de José Díaz Cardero a la nueva edición de "Al Mutamid" de Juan García Larrondo incluida en el volumen "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017)

"Ser rey no dura para nadie, pero la muerte es duradera para todos. ¿Quién me busca? Ya no me queda nada. Al Andalus murió con nosotros. Los hombres del mañana ya sólo podrán soñarlo entre sus ruinas." 
("Al Mutamid. Sueño en un Acto", de Juan García Larrondo)


PARA SABER MÁS

Escena de "Al Mutamid, poeta y rey de Sevilla" de Juan García Larrondo interpretada por Producciones Imperdibles en los Reales Alcázares de Sevilla durante el verano de 1998.


viernes, 12 de octubre de 2018

EN TORNO A LA METÁFORA Y SIMBOLOGÍA DE "ZENOBIA"

La obra teatral "Zenobia" de Juan García Larrondo, escrita en 1989, vuelve a ver la luz en "Theatrvm Fugit (Editorial Dalya, 2017), un volumen en el que se recopilan las primeras obras del dramaturgo gaditano.



Como en "El último dios", su obra anterior, "Zenobia" retoma también un pasaje de la Antigüedad pero, en esta ocasión, el autor nos lo evoca con una implicación distinta, casi mística, concibiendo un drama con una estructura innovadora y llena de simbolismos, en una mezcla de mitos clásicos con elementos modernos que, ciertamente, la convierten en una pieza atemporal. Aunque el argumento gire en torno a la biografía de la reina siria de Palmira que habitó en el siglo III de nuestra era, se trata más de una reflexión poética e, incluso, religiosa, sobre el poder y la fugacidad de la existencia. La obra está salpicada de referencias bíblicas y presenta varios saltos en el tiempo, configurando un bucle condenado eternamente a repetirse. “Zenobia” aún permanece inédita en la escena pero, lamentablemente, la historia de esa mujer que retó a la dominación romana hace muchos siglos, todavía parece seguir "representándose" casi dos milenios después en los mismos escenarios donde nacieron sus leyendas.

Diseños de José Díaz Cardero a la nueva edición de "Zenobia" de Juan García Larrondo incluida en el volumen "Theatrvm Fugit" (Editorial Dalya, 2017)

PRÓLOGO A ESTA NUEVA EDICIÓN:



EN TORNO A LA METÁFORA Y SIMBOLOGÍA DE "ZENOBIA" 



Y lucían las estrellas... 
Así reza el principio del monólogo de Cavaradossi ante el cruel final de "Tosca". La conclusión: nunca había amado tanto la vida. Sin embargo, Tosca se precipita desde Sant´Angelo. Un epílogo piadosamente justo para las ambiciones de una mujer que probó en sus labios el sabor de la plenitud y el poder. El orden natural de las cosas, alterado por el supremo ordenador que es el hombre, justifica en nuestros propios errores la imperfección con la que fuimos creados, formados o depositados en sociedad. Cayó como un Ángel la desesperada protagonista de la ópera de Puccini, pues la gravedad de nuestro Atlas es implacable. Aunque no todo lo que se eleva se estrella contra la tragedia humana con la misma intensidad. ¡Cuántos hombres y mujeres han acabado o acabarán exiliados -en el mejor de los casos- o silenciados por el resentimiento vengativo de un pueblo en manos de la ira o por el olvido y el infortunio! ¡Cuántas de sus memorias perdidas o manipuladas! Y, sin embargo, no dejan de lucir las estrellas, como tampoco se detiene el orden del Universo y la armonía terrenal. Así también se escribe nuestro legado, con los nombres y apodos de los caídos –inciertos o no- , con la sangre y las frustraciones de seres abocados desde el principio a la soledad, a servir de blanco en los procesos históricos que dan ritmo a las eras o a morir por la teoría de la uniformidad. La gloria es la más seductora de todas las tentaciones. 


La reina Septimia Zenobia, que habitó durante el siglo III de nuestra era y que luchó contra el Imperio Romano no supuso, en cualquier caso, una excepción. Fue tentada, luchó por sus anhelos o principios y luego todo lo perdió. Zenobia quedó, teóricamente, vencida por la justicia poética de la Historia y, aunque fueron luego sus vencedores quienes nos transcribieron su "biografía", su recuerdo permanece en la conciencia imperturbable de los tiempos y en los vestigios, cenizas, vacíos y calvarios de una de las urbes más extraordinarias de las civilizaciones antiguas: Palmira. Ciudad que, paradójicamente, aún sigue siendo renombrada no ya solo por la belleza de sus ruinas y por ser un popular enclave turístico, sino por estar también sempiternamente sometida –quizás como lo estuvo siempre- a otro tipo de fundamentalismos y barbaries. 


A pesar de todo, la ausencia de Zenobia permanece todavía grabada en mi corazón con la misma intensidad que un pasaje de mi vida. Sus miserias me interesan aún tanto como las mías pues, de alguna u otra manera, todos somos inicio y conclusión de una providencia que, a veces, es intuida e, incluso, deseada y, de la cual, acabamos siendo víctimas. Y así, la nada, engrandecida, hermoseada, vuelve siempre a ser simple y llanamente lo que es: nada. Por ello, al escribir “Zenobia”, preferí conscientemente profundizar en mi propia predestinación para hallar una intuición; el camino desde una mujer que habitó muchos siglos antes que yo, y describir, con su voz (o, al menos, intentarlo), el largo proceso hacia la intolerancia de los hombres. Hacia los hombres del ayer y del presente atroz del que, desgraciadamente, nos toca ser espectadores: De hecho, mientras reescribo este preludio, otras tropas sitian el yacimiento arqueológico de Palmira y unos críos, uniformados como militares, fusilan disparando en la cabeza a decenas de personas en las ruinas de su teatro romano, mientras que un público eufórico les vitorea desde las gradas como si fueran héroes o cadáveres del mañana. La realidad es el más terrible de los dramas y los muertos sobre las arenas de Palmira amortajan mis palabras. Todo cambia demasiado deprisa y las vidas se evaporan antes que las propias lágrimas. El mundo asiste, atónito, a ejecuciones masivas televisadas en el mismo escenario desde donde hace milenios nos encogían el corazón los versos de Eurípides o de Esquilo. ¿Cómo encajar que todos sigamos formando parte de una misma especie? La Historia nos sobrepasa, nos espanta, nos adelanta y vuelve a trazar una parábola imposible de ser comprendida o controlada. Mi mundo, mi formación, mi cultura, mi acervo, mi genoma y mi civilización entera siguen derramando una sangre que no me es ajena. A mi humilde manera, necesito vindicarla con las únicas armas que me quedan: el amor, el lenguaje y la memoria. Mi incursión, por lo tanto, es mucho más pacífica, semejante a la de aquellos antiguos viajeros que nunca estuvieron presentes en el lugar de los hechos pero los recrearon en sus mentes gracias a los libros, los museos, los grabados y las narraciones de quienes sí fueron testigos de los acontecimientos. Desde mi exilio, para escribir esta obra, imaginé la acción y dispuse las palabras. Lo demás, es pura ucronía aderezada de leyenda. El margen de error es tan amplio o mínimo como podría serlo la reconstrucción de la vida de un amante, de una madre o de una hermana. He ido más allá de las verdades muertas, de las fuentes, para resucitar la "Zenobia" que se está gestando en mí, que sobrevive en mi verbo. Las difuminadas y triviales realidades de hace diecisiete siglos se me escapan con la misma fragilidad y fantasía que mi propia infancia, plagada de vacíos que nunca recordaré y que ya nadie podrá reconstruir por mí. 


En este texto, redactado a la manera de los dramones antiguos, no he pretendido ensalzar ni justificar las acciones de la princesa siria que retó a la Roma moribunda de la anarquía militar. No tengo ni el derecho ni la posibilidad de juzgarla. Su vida ahora es mi invención. La obra permanecerá, por lo tanto, siempre incompleta frente al devenir. A pesar de todo, varios intentos acabaron -por fortuna- siendo destruidos. La nada debe concluirse, como la vida, definitivamente hasta el fin. 

¿Se parecería la reina Zenobia a esta maravillosa escultura de Philippe Faraut?

Respecto a la metáfora final, necesitaba una voz, una conciencia sobrehumana que me excluyera lo suficiente como para distinguirme de sus miedos y pecados sin alejarme demasiado de los míos; una presencia “amiga” que me aclarara el largo monólogo de Zenobia. Y la hallé en Luzbel, en el Ángel Caído, quizás el ejemplo y el detonante más paradigmático de esta tragicomedia que es, al fin y al cabo, la Creación. 


Por añadidura, ya sólo me quedaba teorizar sobre el poder, y tomar conciencia de que no se había inventando apenas nada nuevo al respecto desde la Antigüedad, ninguna aportación crucial posterior a la Biblia o el caos: Augusto, Aureliano, Maquiavelo, De Vitoria, Roma, Damasco, los fundamentalismos religiosos... demasiados nombres para un sólo verbo: poder. Fue entonces cuando Zenobia me desbordó y usó mi lengua para agitar la suya. Salvo por las obvias diferencias de espacio y tiempo que nos separan, solo fuimos simples émulos y antagonistas perdidos en el laberinto y ambos somos ahora obra del mismo dramaturgo. Los dos hemos sido vencidos y nos hemos sentido impotentes ante similares espejismos que nos han hecho ver hermosos resplandores en el perfil del Universo. Como cualquier otro mortal. Como cualquier otro personaje que nace para morir de un tiro en la sien, resucitar o alcanzar la eternidad en la cávea de un teatro. 

Sin embargo, antes de cerrar la última página y dar por concluido el acontecimiento en sí, quien debe apurar ahora su caída soy yo. Lo haré, si es posible, al igual que Tosca: tratando de contemplar el lucir de las estrellas y sin dejar de amar la vida y a esta extraña raza a la que pertenezco, pero mucho me temo que, mientras me precipito, yo no contaré ni con los besos ni con el abrazo de Luzbel… 

Juan García Larrondo 

1990 / 2015

La obra "Zenobia" se incluye en el volumen "Theatrvm Fugit" de Juan García Larrondo. Disponible en http://theatrvm-fugit.edalya.com/
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