lunes, 8 de agosto de 2011

EN MI MOLESTA OPINIÓN: ESTRÉS VOCACIONAL



No hay manera. Se lleva uno todo el año ansiando la llegada de las vacaciones, incluso contando días cual presidiario que dibuja palitos en la pared de su celda como peculiar cuenta atrás ante la liberación de su condena. Se hace uno todo tipo de promesas y propósitos que cumplir durante los días de ocio que le esperan: “no cogeré el teléfono”, “haré deporte”, “llamaré a los amigos que tengo abandonados”, “me levantaré a las tantas”, “perderé el tiempo tontamente”, etc… pero, nada, al final, suele ocurrir que todas las buenas intenciones se vuelven a quedar sin cumplir un año más, que las vacaciones se pasan demasiado rápidas y que, todo ese maldito estrés en el que más del 60 % de la población activa sobrevivimos el resto del año, no ha desaparecido del todo. Al contrario, como una rémora, los ecos de los problemas laborales nos siguen mordisqueando el pensamiento durante las que deberían ser plácidas siestas estivales, seguimos abriendo nuestros correos electrónicos con querencia y repasando las llamadas como si fuésemos adictos, como si el mundo fuese incapaz de proseguir sin nosotros; y el lastre de lo que dejamos pendiente y, sobre todo, de lo que nos espera y de lo que prometimos hacer y nunca hicimos, nos ahoga en plena tarde de playa y de remordimientos. Lo dicho: no hay manera de romper el ritmo. No sabemos distribuirnos las tareas en el tiempo ni distinguir el asueto de las obligaciones. Pasan los momentos y los trenes, vertiginosos. Los últimos días antes de regresar al tajo se convierten en melancólicos e interminables domingos por la tarde. Y, por si fuera poco, encima, en pleno estío, cuando más indefensos estamos, nos adelantan las elecciones generales, el Ibex sufre la mayor caída del año, las agencias nos atenazan con noticias apocalípticas sobre la “prima de riesgo” (o lo que quiera Dios que sea esa nueva catástrofe), el 15-M se evapora y en la tele le renuevan contrato a Jorge Javier Vázquez, con todo el horror que ello evidencia y significa. Total, que se pasan las vacaciones volando y, tal y como está el patio, hasta acaba uno volviendo al trabajo dando gracias por tener un empleo con el que seguir estresándose y agarrándose a la silla –el que la tuviere- por si acaso vienen “curvas” aún peores y nos acaban recortando los días de permiso. ¡Así no hay quién se relaje!


Publicado en suplemento "Pasarela de Verano". Diarios Grupo Joly. 7 agosto 2011.

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