lunes, 8 de agosto de 2011

EN MI MOLESTA OPINIÓN: A LA RICA ANIMALADA VERANIEGA



Con la llegada del verano proliferan por nuestros pueblos los festejos que incluyen, con el beneplácito de las autoridades, la tortura o el maltrato de numerosos animales. Cual “ruta del bacalao”, quienes disfruten de estas “festividades” pueden recorrer España de punta a rabo sin dejar de regocijarse en el sufrimiento animal ni tener por qué avergonzarse de participar, disfrutar o, incluso, de pagar para contemplarlo, pues para ello somos vanguardia de la cadena evolutiva, reyes de la selva y, algunas de estas fiestas -que forman parte de nuestro acervo folklórico- son consideradas atracciones turísticamente muy rentables, especialmente si tienen al pobre toro como agónico protagonista. Así, desde el Toro de Tordesillas al de Coria o hasta cualquier corrida que se celebre en alguno de nuestros cosos taurinos, la crueldad animal como espectáculo no conoce límites. (Eso por no mencionar otras carnicerías semejantes que se acometen a todo tipo de animales vivos a lo ancho de nuestra geografía). Si a eso le añadimos que, a excepción del excéntrico Noé, nuestra atávica relación con los bichitos siempre les ha perjudicado más a ellos, no sé hasta qué punto somos nosotros, de entre las bestias, la especie más agresiva y destructiva. No siempre es o ha sido así, naturalmente; ni tampoco todas las matanzas son igualmente comparables. Aún es pronto para convertirnos en veganos fundamentalistas pero, a estas alturas de la Historia, ya no se concibe que nuestro trato hacia los animales siga siendo tan dolorosamente inhumano y no se impongan leyes más severas para impedir que, ciertas masacres o conductas se disfracen de cultura, de arte o se justifiquen en milenarias tradiciones o en requisito para la supervivencia o el avance de la ciencia. Los animales tienen el mismo derecho que nosotros a compartir las beldades de esta Tierra. Ellos también están en su casa e, incluso algunos, sin contar los que hemos extinguido, ya lo estaban desde mucho antes que nosotros. Su destino va unido al nuestro, irremediablemente, ya sea como mascotas, como herramientas, como quimeras o como sustento indispensable. Pero mientras que no les respetemos y aprendamos a convivir con ellos en justos equilibrios, no pasaremos de simples matarifes domesticadores y, el hecho de poseer un alma o una inteligencia capaz de levantar pirámides, bellos versos o algoritmos, no nos hará ni superiores ni más dignos ni nos autoriza a mortificarlos a nuestro antojo. Ahora, eso sí: Luego ni saques al perro a dar una vuelta por la playa porque, encima, puede que hasta te pongan una multa. ¡Animalitos!

Publicado en suplemento "Pasarela de Verano". Diarios del Grupo Joly. 31 julio 2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario