domingo, 14 de agosto de 2011

EN MI MOLESTA OPINIÓN: LA ASUNCIÓN Y LAS PERSEIDAS



Mira uno hacia arriba aguardando ver cómo los cielos nocturnos de verano se vuelven a engalanar de farolillos, de fuegos de artificio y de fugaces perseidas en espectacular lluvia de lágrimas de San Lorenzo hacia las que lanzar algún que otro deseo. Eleva uno los ojos hacia el firmamento para soñar con noches de verbenas y aromas estivales, ocasos inolvidables o para alcanzar a ver, si fuere posible, los bajos de alguna que otra Virgen assumpta ascendiendo hacia las Alturas Celestiales por no se sabe qué místicas inercias pero, dependiendo desde dónde otee uno el panorama de este agosto, lo único que parece alzarse hacia el infinito (“y más allá”, como diría el astronauta de Toy Story) son los índices de inquietud económica y, surrealismos de la vida, la popularidad de la excuñada de la Jurado, repentinamente transmutada en paladina de cincuentonas aventureras con ansias emancipadoras gracias, cómo no, a otro de esos realities de la tele tan pródigos en regalarnos otro subgénero de estrellas fugaces mucho menos hermosas. Por lo demás, nuestras bolsas, nuestros mercados y nuestros peculios se precipitan al abismo con alarmante celeridad, arrastrados también por otra suerte de magia gravitatoria y conjunciones astrales incomprensibles a la mayoría de las personas para -¡Oh, portento!- volver a subir inesperadamente al son de que las sane o las hunda en la miseria cualquier agencia de “rating” de esas que ahora nos lo califican todo. Ya sea por asunción o por descendimiento, está claro que alguien se está enriqueciendo con todo este zarandeo macroeconómico que, por cómo hiede, tiene aún muy mal pronóstico. De momento, el ferragosto italiano y nuestro patrio “puente de la Virgen” están momentáneamente a salvo. Los galos, por si acaso, ya han puesto sus barbas a remojar y en Londres, como en el resto del mundo, todavía siguen preguntándose qué demonios pasa para que algunos se acaben comportando como bárbaros ultra-consumistas sin valores y sin causa.
Mira uno hacia arriba buscando desesperadamente una estrella fugaz a la que suplicar un milagro o la llegada de un alien (ya sea vaquero o del espacio) que nos devuelva la esperanza y resulta que, mira tú por dónde, hay noches de agosto que la única asunción que uno acierta a ver está cubierta por amenazantes nubarrones. Y eso que viene el Papa a interceder por nuestras almas…



Publicado en "Pasarela de Verano". Periódicos Grupo Joly. 14 agosto 2011.

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