lunes, 8 de agosto de 2011

EN MI MOLESTA OPINIÓN: TELECOPROFAGIA "DE LUXE"

Lo confieso: Yo, si no sale Jorge Javier Vázquez en pantalla, no veo la televisión. Y conste que no es porque le profese adoración o le considere un presentador modélico: Nada más lejos. Es más bien por la cantidad de horas que protagoniza en el emporio que lo amamanta y lo ha convertido en el “rey de la televisión espectáculo”, como suelen vanagloriarse al presentárnoslo cada vez que sale “a escena”. Bromas aparte, (espero que nadie haya creído en serio que soy ferviente “groupie” de este señor) admito que hay algo de este personaje que me irrita: no sé si será hasta insana envidia, fíjense. Envidia de su omnipotencia, de su status intocable y de su sueldo, naturalmente, que no de su talento como comunicador ni de su cada día más creciente ego, que pugna por estallarle en cualquier momento entre los botones de su camisa; en vivo y en directo, por supuesto. Supongo que debe ser una mezcolanza de motivos: su voz, su histriónica carcajada, lo que su figura simboliza en la prensa rosa, fagocitadora de vísceras y miserias ajenas (¡Y de las propias!)… No sé. Como ellos se las guisan y ellos se las comen delante de las cámaras y lo hacen a boca llena y manchándose las comisuras, como hienas con sus carroñas, sin pudor alguno, será que nada de él ni del mundillo pseudoperiodístico y soez que le rodea me parece ni sano ni creíble. No me va la coprofagia. En algunos programas de televisión, hoy los mediocres pueden ser todopoderosos dioses y, ciertas cadenas, si por algo pasan a la historia televisiva, será por haberse enriquecido a costa de ensalzar y fabricar a medida programas donde lo procaz, lo polémico, lo vulgar y lo estentóreo les han procurado audiencias astronómicas. Es el milagro de la telebasura, que se extiende y muta como un virus hasta sobrevivir e invadirlo todo con su bífida moral, anestesiando nuestra capacidad crítica y solapándose en frívolo entretenimiento inocuo. ¡Ojo!: Que, encima, pasado mañana todo esto también será cultura. La televisión sin rumbo se ha convertido en el reflejo y el motor de un mundo desorientado, raso de valores y ahíto de informaciones. Ni Jorge Javier, ni la Esteban, ni los “realities” interminables proveedores de carnaza para tertulianos y audiencias voraces tienen la culpa de los tiempos que vivimos ni de la tele que nos ponen, probablemente. Pero tampoco son menos inocentes que quienes les miramos, atónitos, sin poder volatilizarlos desde el mando a distancia. Y mira que no es por falta de ganas…


Publicado en "Pasarela de Verano". Suplemento Diarios Grupo Joly. 24 julio 2011.



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