viernes, 26 de abril de 2019

EL CAZADOR CAZADO



Estos preciosos atardeceres de noviembre son nuestros preferidos para bajar a pasear por la playa. "QK" ya no está para muchos trotes, ni servidor tampoco pero, aún así, nos da vida oler el mar, el delirante trasiego de las nubes, la silueta de Cádiz flotante entre olas de todos los colores y seguir el rastro de alguna huella imaginada.


A veces, no puede uno evitar la tentación de robar un ocaso más a la eternidad -otro más, sí- y llevárselo fotografiado en el teléfono, como si fuera posible retener todas las bellezas de la fugacidad y esconderlas en el fondo del bolsillo. Pero ilusiona fantasear con ser Diógenes y perseguir el sol, compadecerse al verlo agonizar sabiendo que en ese momento está renaciendo en otro sitio.


Pues sí: Alegra el alma soñar que apenas nada es imposible y que, en cada bajamar, desaparecen todas las distancias. Que no estamos ni tan solos ni tan lejos... 


Y andaba yo meditando con mi perra por la orilla, cazando imágenes para acopiar en mi "ergástula" y compartirlas "in fraganti" con el vigía de Fenicia cuando -dónde por mira- me cazó sin darme cuenta el amigo Juan Pablo Jareño Rodriguez-sanchez con su cámara y acabé mirándome yo mismo dentro de la estampa. 


Gracias, Pablo, por las instantáneas y por detener el tiempo a mis espaldas hasta que se vaya la luz el día de mañana.

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